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martes, 10 de diciembre de 2019
lunes, 9 de diciembre de 2019
El Fin de la Primavera (El Relato sobre Asmodeus)
I
Sucedió a las tres en punto de la
tarde, en esa época esto no era un desierto, era el paraíso; éste se secó años
más tarde, cada una de las plantas que hubo aquí se secaron, se convirtió en un
grano más de esta bastedad; habrá quien te diga que esto era un océano, y
quizás antes lo fue, pero en ese tiempo era un oasis, un punto inmenso en la
inconmesura del universo, era el lugar perfecto en la mente de quien lo haya
habitado, cada gramo de aire en este lugar era preciado, era éxtasis, el tiempo
era muy diferente a como se marca ahora; en esa época la existencia era eterna
y entera, no era el calvario de la espera que ahora es; no había conceptos
sobre bien o mal, había placer, pero ellos estaban tan empapados de plenitud
que no había línea que diferenciara la gracia de la desgracia, no era un mundo
en balance, todo era gloria, todo era permitida, y al nada ser prohibido nada
era rebeldía, ésta no existía, por lo que a ninguno antes se les había ocurrido.
En la actualidad se narra
idioteces sobre costillas, pero la verdad es que nadie sabe cómo comenzó, quién
fue primero y quién fue después, solo existían, teniendo el recuerdo del
instante previo como única referencia del antes y el después.
En la actualidad se habla de
alguna prohibición de frutos de perdición, frutos sagrados, de pecados
sexualizados, pero la verdad es que sin referencia no puede haber
referenciación de nada, solo existían, no entendían su existencia, y era tan
perfecta que era innecesario comprenderla, ellos solo permanecían, existiendo,
bellos, como flores, no era necesario cuestionar nada en absoluto, cuando uno
es, y nada cuestiona su existencia, el jaque de la existencia es una
inexistencia; si todo es perfecto el hambre y el dolor no existen, si el
existir es placentero, la líbido tampoco tiene un porqué de existir. El mito
del pecado nace en base de la ausencia de saciedad, si uno es eterno el pecado
y el cuestionamiento son impensables.
Adán y Eva existían absolutos,
plenos, eternos, no temían a la muerte, al frío o la inconformidad. Tampoco los
menciono como conformistas, como sumisos de la situación, pues estas
terminologías nacen dentro de nuestra humanidad, humanidad que contiene el
sufrimiento, el miedo y la supervivencia como elementos prioritarios para el
llevamiento del existir; nuestras existencias, finitas, tienen necesidades y
parámetros muy diferentes a los existidos en ese lugar, ese que dio origen al
río Eufrates y al río Tigris. No, tenemos contemplaciones muy diferentes a las
que ellos tenían. Rebeldes de la literatura teológica llegan a mencionar que en
algún momento los dioses envidiamos a los humanos, pero ¿cómo habría el todo el
envidiar al instante? La envidia del dios al humano es una invención patetista
¿cómo habría el humano de envidiar a la mosca? La mosca vuela, tiene una visión
plena, es hasta cierto punto inalcanzable, pero se la vive existiendo para la
mierda en la que habitará, la mierda que le conformará y la mierda en la que
morirá, en un tiempo risible para la complejitud del humano; ese es el mismo
caso del axioma de que los dioses enviaron a los hombres, lo cual es estúpido y
se torna simplemente el discurso de los perdedores, el lema de quien pierde y
busca decirse a sí mismo que ha perdido pero esto no le hace inferior a los
vencedores. No, el vencedor siempre es vencedor, el perdedor siempre es
perdedor. Siempre y nunca son conceptos absolutistas en las visiones humanas,
pero no para los dioses, ambos conceptos son instantáneos y eternos, como lo es
el todo y la nada, insignificancias efímeras a las que les hemos dado sentido a
lo largo de los años.
Yo he permanecido como piedra por
milenios, he hibernado en un clima infernal en medio del desierto; generaciones
han ido y venido durante todos estos años, y para mí tan solo ha sido un
parpadeo. Hoy que despierto veo el nuevo mundo inundado de ignorancia y
violencia, de malicia y rencor, y veo que la caída de Amon ha perjudicado más
de lo que pensé que pasaría en los tiempos del diluvio y el primer
levantamiento.
Llevo segundos que he despertado
y puedo sentir el aire, viciado y lleno de terquedad, acomplejado, contrario al
Edén, contrario a la gloria de mi amo Marduk, absorbido por el desastre, el
miedo y la soberbia, el mundo no es ni un gramo de lo que alguna vez lo fue, y
puedo bien entender de dónde ha surgido el odio que nos empaña…. Asmodeus
II
Adán y Eva tenían una mesa, un mantel
cuadriculado con la ubicación del cosmos aún sin nacer marcado en la cuadratura
de su existir; se dice que existían en un placer concebido por la existencia de
los hombres de esta época, pero eso es mentira, ellos nunca necesitaron de los
sentidos explotados como ahora para encontrar la felicidad y plenitud en sus
existencias, ellos se sentaban y se miraban, ellos hallaban en el mirar del
otro todo el amor y solución que la entropía de una existencia sin problemas
pudiera provocar. Ellos no comían, pues existir era tan satisfactorio que nada
más era necesario. Ellos no procrearon, pese al mito de los descendientes de
ellos, pues el sexo era innecesario ante la magnanimidad de las miradas.
Mirarse, entonces, era de las sensaciones más hermosas jamás experimentadas en
el conocer de los que ahora habitamos el cosmos. Del inicio al final de este no
había plenitud más grande de la que ellos sentían; nunca pensaron en travesuras
o retos contra su origen puesto que nunca pensaron al respecto, no daba tiempo
de pensar de dónde venían, pues el flujo de la vida atravesaba sus miradas
estando ellos dos sentados por milenios y milenios. Y no, ellos no eran dioses,
ni nada parecido a los conceptos que la humanidad ha venido desarrollando sobre
la anormalidad de los superiores; no, solo que la muerte y el nacimiento
parecían no haberse inventado en aquella época, el tiempo, talvez tampoco, solo
que ¿cómo habría de contar sobre el inicio de la historia, sino cubriera mi
narrativa en patrones que quien me escucha podría entender?
Eva vestía una túnica muy clara
en su frágil y perfecta forma, ella estaba sentada del lado izquierdo de la
mesa, su negra y bella cabellera era movida por el viento, no quitando el calor
que el bello día proveía, el calor tampoco existía, porque el frío tampoco lo
hacía; el movimiento de su cabello era un atractivo más a la composición del
todo maravilloso; ella le sonreía a su compañero sin saber que existía algo
peor o algo mejor, quizás no en ese preciso momento, pero lo habría, cuando el
tiempo comenzara a marchar de la manera que ahora lo hace.
Él, silente, respondía a su
sonrisa, la disfrutaba, no creía ni imaginaba algo mejor o algo peor; tampoco
recordaba, pero gustaba de sus túnicas porque les complementaba y se volvían
elementos predilectos de la estética paradisiaca en la que había permanecido
todo este ¿tiempo? A él le gustaba estirar sus brazos por sobre la mesa para
tomar las manos de ella; adoraba su sonrisa y la diferencia que físicamente
tenía ella con él.
El resto era paraíso, flores,
vegetación, un firmamento azulado, un aire fresco puro y lleno de energía,
empoderamiento que a cada respiro les volvía más plenos e infinitos.
Ellos no conocían más allá de lo
que veían, pues pocas veces se levantaron de la mesa en la que estaban, pocas
veces se cansaban de ellos mismos, pero pocas veces se alejaban más que
instantes el uno del otro, se necesitaban, y pese a que el umbral con nuestra
realidad ya existía en ese entonces, pocas veces llegaron si quiera a mirarlo,
ese umbral era una idea que irrumpía su cotidianidad como lo es un estornudo o
un rápido calambre para los sentires de nuestro existir. Se alejaban de su mesa
por minutos para correr a los brazos del otro entonces, y abrazarse y tocarse
para reconectarse a la plenitud. Amaban el contacto con el otro, pero el
control absoluto lo hallaban sentados uno frente al otro, pues al correr y
abrazarse, tocar sus rostros, brazos, cuerpos completos sentían que rompían ese
todo que causaba su felicidad; era esta misma razón por la que nunca se
acercaron a los árboles frutales de su entorno; cada fruto infinito, siempre
fresco, era parte del decorativo de su hogar; nadie sabe si llegaron a
pensarlo, pero jamás arrancaron una fruta de ninguno de los árboles que les
rodeaban, todo era muy bello para ser tocado, y si no había una razón o
necesidad para irrumpir en la naturaleza de este todo ¿porqué hacerlo?
Disfrutar el momento nunca se volvió a vivir como ellos dos lo hicieron durante
ese largo instante.
Pero como todo flujo, todo lo que
existe y todo lo que se ve provino de algún lugar y desemboca en otro…
III
Sucedió a las tres en punto de la
tarde, ella le miraba con el cariño y pasión con la que siempre le miraba y vio
caer una de las manzanas del árbol que quedaba justo a espaldas de su
compañero. Inevitablemente su semblante cambió y esto, por supuesto, provocó
una reacción de quien no había apreciado el comienzo del otoño en ese paraíso que
terminó siendo no eterno, sino simplemente prolongado.
Nosotros le llegamos a llamar El
Fin de la Primavera, ese momento en que la manzana se desprendió de las ramas
del árbol y el semblante feliz de Eva conoció la decepción. Ese preciso momento
fue cuando conocieron a la muerte, la caída de la manzana denotó la
vulnerabilidad del todo, cuando comenzó a sonar el palpitar del reloj y se
percataron de la crueldad de la existencia.
Adán volteó para ver qué era lo
que había afligido a la dama que nunca paraba de sonreír, pero antes de
encontrar a la manzana caída a la sombra de su árbol, ella le privó de la
verdad, acariciando su mano y mintiendo con su mirada la primera de las
tragedias de las que se tiene conocimiento. Él le cuestionaba con la mirada,
pues aún las palabras no eran inventadas, ¿qué era lo que había sucedido? Y
ella interpretó la felicidad como las mejores actrices de esta época lo
hubieran hecho, ella le privó del conocimiento de la tragedia, pero la verdad
era inevitable de ser conocida. Él dejo de confiar en ella. Él no era tonto, él
sabía que algo había sucedido, y como ahí nunca nada había sucedido, sabía que
su historia había llegado a su final. Ella tragó saliva más veces que nunca
pues sabía que él ya no le creía, ella sabía que esa manzana marcaba el final
del todo como lo conocían. Él la miraba y la sonreía para ocultarle que no le
creía, él sabía que si todo estaba al borde del abismo habría de postergarlo
hasta el último de los instantes de ser necesario ¿cómo habría de confiar en
ella ahora? ¿estaba en peligro? ¿qué ocultaba? ¿el recuerdo ha regresado y la
verdad es crucificante? ¿cómo revelar el secreto sin que se de cuenta? ¿cómo darle
la espalda a quien tan gravemente te ha engañado?
La paranoia nació también en ese
momento, ninguno de los dos toleraba estar sentado frente al otro, ya no
existía nada ahí, el placer se terminó, la confianza se comprendió ante el
origen de la desconfianza ¿cómo saber lo que ella oculta sin morir en el intento?
¿cómo evitar que él se dé cuenta de la tragedia del instante sin evidenciar que
todo había llegado al momento cumbre? El fin del mundo había comenzado y el
otro podría ser el que apuñale al otro en la espalda, simplemente porque sí,
simplemente porque la muerte había aparecido, y ¿porqué no estrenarla?
¿Cómo evitar que se diera cuenta?
¿cómo puede ella hacer que no voltee y olvide el ocultamiento? La angustia y la
ignorancia sofocan cuando no hay respuestas en un mundo que no había avanzado
desde el momento de su creación. Ella acariciaba la mano de Adán para distraerlo,
pero sabía que el tiempo había llegado a su fin, y su palma sudada más que
prevenir que mirara lo impulsaría a escapar de ella. Ella hizo lo único que
conocía que había sucedido, facilitar la existencia de algo más, un nuevo
elemento dentro del paraíso, Lilith.
Lo había olvidado, pero ella
sabía que lo conocía, ella recordaba el comienzo del todo, solo lo ofuscó por
una temporada. En su lamento recordó que ellos habían sido provistos para la
generación de maravillas, y que ellos dos habían sido los que habían construido
el todo, solo que lo habían olvidado. Cuando la felicidad es tan plena ¿porqué
no olvidar lo deformante? Pasaron siglos y no pasó nada ¿porqué volvería a
suceder algo nuevo de repente? La memoria pareció conveniente ahora y a sus espaldas
se generó una nueva dama, una mujer hermosa pero deformada por la cornamenta
del suplicio del momento. Adán no tuvo alternativa que mirar.
Mientras la manzana afeaba el
todo conocido, ahí tirada provocando el desorden en la tierra de la monótona
perfección, una nueva dama, muy diferente a Eva había surgido tratando de
justificar la nueva era que estaba comenzando; sin embargo, mientras que ellos
había sido generados con la gracia de la alegría, Lilith había sido creada de
la agonía de la mentira, por lo que en su terrible mirada caminó hacia ellos
sin provocarles miedo, sino asombro. Se quedó parada a espaldas de Eva y la
ignoró, pero atrapó a Adán con su mirada, le sedujo con su ser, haciendo lo que
ninguno de ellos había hecho jamás, habló.
“Asmodeus” decía “Asmodeus”
figuraban sus labios hipnotizando al entontado con la magia del nuevo génesis.
Eva la ignoró también y siguió acariciando la mano de Adán, sonriéndole, pero a
él ya no le interesaba ella. Lilith era más imponente, más exótica, más
pecaminosa, por lo que aventó la mano de su Eva, se levantó de la mesa y caminó
hacia la cornuda, se acercaron el uno al otro, se observaron, se acariciaron,
se abrazaron, y con todo esto traicionaron a la madre de las eras. No obstante,
ante la falta de precedentes ante situación como la que sucedía, Eva no sabía
cómo responder, solo se mostraba traicionada e inutilizada. Adán y Lilith se
besaban cuando él la separo para preguntarle con la mirada qué era lo que Eva
le había estado ocultando, Lilith entonces señaló la manzana diciendo “Asmodeus”
Adán soltó a Lilith y caminó
hacia la manzana para recogerla, la tomó en sus manos para observarla, culpando
a Eva de su caída, se señaló y juzgó, le pensó profanadora del paraíso. Lilith
se enorgullecía de sus acciones, sabiéndose ahora suplantadora del reino del
Edén, nueva reina del todo.
Adán veía la manzana decepcionado
de todo lo que su relación había parecido representar, destruido por la mentira
de quien había amado, solucionado y envalentonado por la nueva mujer que había
aparecido aparentemente de la nada. Eva ya no era digna de quererle o de
recibir amor de éste; la nueva mujer le supliría y disfrutaría de esta plenitud
profanada por la inexplicable maldad de aquella entonces primera mujer.
Acercó la manzana a su pecho,
suspirando, y derramó una lágrima por su caída, el paraíso nunca volvería a ser
lo mismo por esa desdichada y mentirosa mujer. Eva no sabía cómo proceder, por
lo que se acercó a Adán buscando explicar cada evento de la situación, pero
como el lenguaje era inexistente en ese momento, ninguna palabra pudo salir de
la boca de la despreciada. Empujaba a Lilith y forcejeada, gesticulando, pero
ninguna de las formas era argumento suficiente para regresar el mundo a su
estado original, por lo que en su desesperación y suplicio, arrebató la manzana
a Adán, y la llevo inmediatamente a su boca, arrancando un pedazo de esta con
una gran mordida violenta. La manzana sangró, en el pedazo faltante se marcó la
sangre de la devoradora justo con la figura de sus fauces destructoras.
Adán quedó perplejo y Lilith
sorprendida, extasiada en su interior al entender el símbolo de la mordida.
Furiosa, Eva terminó de comer cada pedazo de la manzana, dejando el centro
visible rápidamente, el cual aventó a su excompañero con una ira desesperante,
llorando, conocedora del sacrilegio de su decisión.
Su llanto fue tanto que cayó al
suelo sin energía restante. Adán tampoco se contuvo y sollozó también, mientras
cada hoja del paraíso fue marchitándose con su dolor. Cada hoja se secó en la
tierra del Edén, y los tres estuvieron ahí para contemplar la muerte de la
belleza y el nacimiento de la muerte.
Al terminar el deterioro Lilith
levantó a Adán, lo acarició consolante y se lo llevó, perdiéndose entre el
otoño calcinante que acababa de nacer.
Eva quedó sola hincada en medio
de las ruinas de su reino; ahora que existía tiempo se dice que permaneció ahí
por bastante estadía, siendo quizás semanas o hasta meses las que estuvo
sollozante hasta que finalmente la vida se le escapó del cuerpo como toda
energía se separaría de su fuente de un momento a otro tras la caída del Edén
ante el nacimiento de Asmodeus.
Fueron Adán y Lilith los que
inventaron las sensaciones y las cadenas de legado, los que construyeron las
plaquetas de la humanidad y la brujería, pues la misma magia que les engendró a
ellos nos engendró a todos… esta magia a la que los humanos bautizaron como “vida”.
jueves, 5 de diciembre de 2019
miércoles, 4 de diciembre de 2019
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